Un pequeño ruido de la ciudad se colaba en la iglesia de San Jacinto. Afuera del recinto religioso, un par de hombres y mujeres creyentes esperaban la llegada de danzantes de la comunidad zoque de Tuxtla Gutiérrez. Una señora cantaba música vernácula. Dice que su madre la sigue escuchando aún estando muerta porque ella no deja de cantar. Toma el micrófono, y se deja escuchar. Su voz de una tesitura fuerte y vibrante, llenaba de alegría la mañana del 17 de agosto. Ahí vienen, ahí vienen, comenzaron a decir los presentes. Sobre la 5ª Norte el color rojo de la ropa de los danzantes pintaba el día. Ingresaron a la iglesia, saludaron a San Jacinto quien estaba de fiesta y permite recordar el pasado de Tuxtla y la construcción de los cuatro barrios de antiguos. En el atrio, el padre los bendijo con agua bendita. Recordó la relación de las danzas con las fiestas religiosas. El sonido del tambor y el carrizo fueron dibujando la postal de la Danza de San Roque que es entregada como ofrenda