Lavan y planchan la ropa de las vírgenes de Copoya; comunidad zoque se prepara para bajar a las Copoyitas
En medio del virus Covid-19, que ha transformado la cotidianidad de los habitantes, la fe continúa y es palpable en las actividades de la Mayordomía Zoque de Tuxtla Gutiérrez. No sólo representa el acto de lavar la ropa y las alhajas de las vírgenes de Copoya de las fiestas de la virgen de Candelaria, sino cumplir con la manda, saberse vivos y con salud para servir a la triada.
El domingo 10 de enero, trajo consigo un clima un tanto caluroso, lo cual, a decir de las cabañuelas, el mes de diciembre del 2021 podría tener aspectos climáticos de un sol ardiente y un viento que penetra la ropa y se adhiere en la piel. Aspectos, que no imposibilitan el ánimo de continuar con una herencia cultural.
“La fe mueve a cada uno de nosotros, si no hay fe en los corazones no hay nada, ni el servicio a las imágenes ni a Dios. Le pedimos que nos mantenga buenos para seguir. Considero que la fe tiene viva a la tradición”, menciona Fernando Mendoza, albacea de la mayordomía zoque.
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Un grupo de hombres mayores de edad, en su mayoría campesinos, asistieron a primera hora a la casa de la mamá de Alfonso Alias Rodríguez y Flor de María Alias Rodríguez, primer Mayordomo de la Virgen Santísima de Candelaria. Flor Alias, ubicada en la 5a Poniente y 6a Sur del barrio Las Canoítas. Son el maestro lavandero y sus ayudantes que acuden a este acto tradicional la lavada y planchada de la ropa de las vírgenes. En la calle, llenan las pailas de agua y se disponen a lavar la ropa de Rosario, María Olochea y Candelaria. Tallan y tallan la ropa con jabón, la desaguan para luego exprimirla y tenderla. El agua que queda es un líquido milagroso, ya que se usa en nombre de las virgencitas, el cual es pedido por las personas que acuden para usarla como agua bendita.
Hay quienes se frotan el agua en la cabeza o en la pierna. Dependiendo el dolor que se tiene humedecen alguna extremidad del cuerpo. Hay quienes solicitan el agua en un frasco para bendecir sus casas.
-Es milagrosa-, se dice mientras esperan que la ropa se seque...
Adentro los músicos tradicionales llenan de colorido el altar con sones ejecutados con tambor y carrizo. En el altar se han depositado las coronas, monedas, cadenas y cinturón de las Copoyitas. Algunos de los objetos, son del siglo XX, de 1960-1989, aproximadamente, menciona el albacea. Agrega que durante esta ritualidad se sahúma porque se realizan peticiones y se elevan las oraciones a Dios. Por ello, el olor a estoraque inunda la casa que resume el pasado y presente de una tradición. Es como si un poco de cielo flotara entre los presentes.
Las alhajas son lavadas por priostas y mayordomas quienes colocan en jicalpextles dichos artículos. Durante la labor, las mujeres cuentan las alhajas que les han confiado y con gusto limpian. Ante esto, Juana Chandoquí Álvarez, albacea, comenta que “esta actividad es porque ya se acerca la bajada de las virgencitas, el 30 de enero. Nos tocó lavar las alhajitas. Es una tradición que lo hacen ocho compañeras. Es un día muy bonito porque nos reunimos las priostas y mayordomas, es la tradición de todos los años”.
Por su parte, Fernando Mendoza refiere que, la lavada y la planchada de la ropa de las vírgenes de Copoya toca el primer domingo y lunes de enero. Sin embargo, dicha actividad se recorrió para el día 10 y 11 de enero porque se llevó a cabo la floreada del señor de San Pascualito.
“Tocó la fecha el día 10 y 11 de enero, en donde la comunidad prevé la bajada de la virgen que viene a cumplir la fiesta de cumpleaños de la virgen en casa de su mayordomo. Es el primer aviso que ya está cerca la virgen de Candelaria”, puntualiza.
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