En Chiapas, la arquitectura funeraria puede considerarse identidad o patrimonio cultural histórico, menciona en entrevista el geógrafo Roberto Ramos. Asimismo, resalta que uno de los principales monumentos de Chiapas es una tumba: el Templo de las Inscripciones en Palenque que guardó los restos de Pakal. Otro ejemplo: los primeros panteones civiles son consecuencia y testimonio de la época de la Reforma.
“Lo que hay que llamar la atención es que el arte funerario es frecuentemente un patrimonio en riesgo, solamente protegido de forma parcial por leyes e instituciones”, destaca.
Aunque aclara que no es fácil hablar de tipos de arquitectura funeraria en Chiapas, aunque desde luego en algunos lugares se tienen buenas muestras de los estilos de fines del siglo XIX y el siglo XX:”La sencillez es lo que prima en la mayoría de los casos. No hay que olvidar que la ciudad de los muertos refleja la ciudad de los vivos y ello es perceptible en formas, materiales y colores. Los niveles socioeconómicos y la organización de los vivos se pueden ver también con los difuntos. También se ven las modas y las aspiraciones familiares o la notoriedad que hubiera alcanzado el difunto o la que pretende la familia".
El entrevistado refiere que los panteones civiles derivan de las leyes de Reforma de mediados del siglo XIX. Asimismo, añade que, antes los entierros se hacían generalmente en los atrios de los templos.
“En Tuxtla, por ejemplo, el parque que rodea a la catedral fue cementerio. La aparición de los cementerios civiles impulsó el arte funerario que tuvo auge en el país entre finales del siglo XIX y principios del XX. En Chiapas, tenemos buenas muestras de arte funerario de esa época en Comitán y Tapachula. Sobre el panteón de San Cristóbal hay publicaciones de la historiadora Luz del Rocío Bermúdez. Las tumbas han sido construidas con materiales y ornatos que dependen delas posibilidades económicas de los deudos. Algunas tienen proporciones relativamente monumentales, otras son simples lozas, eso sí con frecuencia, coloridas. Además, el arte funerario no es ajeno a las modas”, indica.
Roberto Ramos da a conocer que el cambio de los rituales mortuorios de los espacios religiosos a los civiles, propició el florecimiento del arte funerario con la producción de esculturas realistas, capillas o criptas neogóticas o neoclásicas, por citar unos ejemplos. Aspecto que, evidentemente se limita solamente a una minoría de la población y se da principalmente en las grandes ciudades. La escultura funeraria llegó a ser muy productiva en varias ciudades de México, alcanzando buenos niveles de calidad. Puebla, Guadalajara y la Ciudad de México tienen abundancia de testimonios de eso.
“En el caso de Tuxtla se conservan algunas tumbas históricas, austeras para lo que se hacía en otras ciudades, pero al mismo tiempo, el panteón posee una interesante muestra de la arquitectura moderna de los cincuenta en su capilla. Su autor fue seguramente influido por el templo de Pampulha en Brasil diseñado por Oscar Niemeyer, el constructor de Brasilia”, sostiene.
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¿Hay que ver a los panteones cómo museos?
Considero que no si están en funciones. Más bien, son como la ciudad de los vivos, textos que ofrecen muchas lecturas. Paradójicamente la ciudad de los muertos puede estar muy viva. Ahora, hay casos, como el Panteón de San Fernando de la Ciudad de México, que sí se puede considerarse un museo porque ya no está disponible más que para la visita cultural. Eso sí, al igual que otros sitios de cada ciudad, el panteón es clave para conocer historia, tradiciones religiosas, patrimonio y otros aspectos locales. Por los panteones sabemos de personajes y acontecimientos.
En Tapachula, por ejemplo, hay tumbas con caracteres chinos, lo que habla de una migración. Aquí, en el panteón municipal podemos ver que de norte a sur o mientras más se aleja uno de la capilla, las posibilidades sociales de los difuntos o de sus familias vivas van disminuyendo. Por cierto, otra gracia que tiene el panteón tuxtleco es el espectáculo anual de la floración de sus árboles de flor de mayo. Insisto en la paradoja, el panteón es un lugar muy vivo.
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