Edgar Núñez Jiménez
En el día internacional del migrante, tres personas provenientes de Centroamérica comparten una pequeña parte de sus vidas y dan sus impresiones del libro Pasos y silencios. Testimonios orales de migrantes en Chiapas que tuvieron la oportunidad de leer en la Casa del Migrante Jesús Esperanza en el Camino, ubicada en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Yo me vine de mi país el 6 de agosto, a la seis de la mañana, con 20 lempiras; es poco creíble, pero es cierto. De hecho salí con un hermano de crianza y con otro amigo pero me dejaron tirado en Huehuetenango, en Guatemala, allí me quedé trabajando cinco semanas y seguí camino a pie hasta llegar acá.
Donde yo vivo no es violento en sí pero existen las pandillas –como le llaman aquí– o la mara –como le llamamos allá–; a mí como me vieron que ya tenía la edad suficiente me quisieron reclutar, me dijeron que me metiera o que me moría, así de sencillo. Mi hermano se metió y ya no pudo salir, por eso es que migramos los dos.
Yo ya no quiero ser parte de lo que todos son y de hecho yo traigo la misión de buscar la tumba de mi papá que está en Nuevo Laredo, Tamaulipas, y averiguar cómo fue la muerte de él. Yo a él no lo veo desde los ocho años, mi mamá lleva 16 años de fallecida, mi hermana también murió en un accidente en El Salvador. A mi hermana la engañaron y le dijeron que la iban a llevar a conocer la tumba de mi papá y la verdad no la llevaban a eso, sino a otras cosas. Según la iban a repatriar pero ya no lo hicieron, en el último movimiento que hizo de migración, supuestamente, el turismo en el que iba lo impactó una rastra con la cola, dio dos vueltas en U y explotó, eso fue lo que me comentaron, mi hermana murió calcinada.
Me dicen muchas cosas de mi mamá, unos dicen que le dio leucemia –lo más seguro– otros dicen que fue de maldad, de gente que hace daño, otros dicen que de anemia, la verdad yo no sabría decirle porque yo tenía cinco años, pero yo la recuerdo bien.
El libro Pasos y silencios me hizo ver todo el panorama completo, que no soy el único que ha sufrido y que si otras personas pudieron superar tanto sus miedos como sus malos momentos, ¿por qué yo no? En sí, casi todas las historias tienen su parte buena, sus pros y sus contras; el testimonio que sí me gustó más y me siento más identificado es con el de “Soñar como pájaro” porque dice que los sueños hay que saberlos interpretar y no solo soñarlos. La verdad es que yo también he tenido muchos sueños, entonces eso es lo que más me llamó la atención porque es algo parecido a lo que a mí me pasa.
Lo único que no estoy muy de acuerdo es de algunas cosas que dice el de la segunda historia, donde una persona se cambia de nacionalidad, se cambia su nombre, porque pone en mal a los demás. Es cierto que tienen su historia y todo, pero yo miré bastante mentira en ella. No voy a salvar ni a mi país ni a ningún otro, pero no por uno debemos pagar todos.
Siempre he sido aventurero, siempre me gusta ver lo que hay más allá de lo que puedo caminar. A mí me gusta mucho leer, escribir y aprender. Es la única forma de mantener a mi otro yo encerrado, por así decirlo.
David, 24 años
Salí en búsqueda de una ayuda para mi enfermedad, tengo un tumor maligno en el cuello del útero, entonces ando buscando mi tratamiento aquí en México. Tengo que estar lo más tranquila que se pueda, a veces sí me pega el dolor, siento inflamado las trompas de mi matriz y los sangrados que no paran, a veces me asusto pero confío en que me va a salir todo bien.
Leí dos historias de Pasos y silencios: una de una hondureña y la otra de un salvadoreño, me parece que es verdad lo que dicen de lo que pasa en los países; por ejemplo, en Honduras la delincuencia es increíble, llegan a las casas a pedir “la renta” y si no la das pueden hasta matar, pueden quitar hasta los hijos, pueden sacar los órganos, son organizaciones muy grandes, los mismos policías se venden, no hay justicia para los hondureños. En El Salvador también es peligroso porque desde allá vienen las pandillas más grandes y da miedo vivir en esos países, tal vez el refugio que nos dan aquí en México nos ayuda más que estar allá.
Yo tengo tres hijos: una niña de ocho, una de seis y el niño que va a cumplir tres años, pero los dejé con mi mamá. Mi esposo se desapareció, por decirlo así, y ya no se hizo cargo de mis hijos, por eso me vine aquí para tratar mi enfermedad y salir adelante. Si me dan el refugio aquí en México puede ser que me los traiga para acá y vivir una nueva vida.
Leslie, 29 años
Mi mamá me dejó a los nueve meses de nacido, ella desde que me tuvo no me quería, me decía que me parecía al papá de ella, que era refeo, me discriminaba; incluso me cuenta mi abuela que cuando yo era pequeño mi papá me sacó varias veces porque ella se hacía la dormida y se tiraba encima para asfixiarme. Yo no le guardo odio pero si ahorita me dicen que mi mamá se está muriendo no me pongo triste, me pongo a festejar, ¿sabes por qué? Porque esas personas son las que le hacen a uno guardar rencor en el corazón. Yo le digo a mi familia: Yo no soy una mala persona, ustedes me han hecho ser así.
Una tía me dijo que mi mamá me dejó por irse con otro hombre, un salvadoreño. De hecho yo nací en El Salvador, pero me vinieron a declarar en Honduras. Mi mamá me regaló en Esquipulas con una cubana y mi papá fue a buscarme y me quitó y me llevó con mi abuela y le dijo que si la ayudaba a criarle. Con mi papá es otra historia similar, pero con él no es mucho el rencor, pero igual sí él se estuviera muriendo no me preocuparía ni un poquito, pero que no me vayan a decir que es mi abuela porque allí sí hasta mis lágrimas tratan de rodar.
Ahorita gracias a Dios estoy en el programa de limpieza y agradezco a las personas que se les ocurrió hacer este programa. La mayoría venimos buscando una buena vida, un nuevo inicio, para arreglar nuestra situación migratoria. Si mi resolución me sale negativa yo a mi país no me regreso, mejor me quedo acá. Yo no tengo el sueño americano, yo me conformaría en quedarme aquí en México buscando mi nacionalidad, me gusta bastante: tiene su propia cultura, tiene bonito lugares turísticos, su comida. Para mi México no tiene nada que envidiarle a ningún otro país. Yo veo que aquí en Chiapas hay mucha flora y fauna pero el gobierno no los apoyan para explotar sus recursos.
Pasos y silencios es un libro muy bonito y allí, de verdad, las personas cuentan todo lo que les ha pasado en el camino. De las historias me conmovió bastante el de una madre migrante que viene a buscar a su hijo, hace estaba hablando de lo mismo con mi abuela y por teléfono me dijo: “Si vos no te pones en contacto conmigo, yo soy capaz de irte a buscar”. Y a mí me recordó bastante esa historia porque es muy conmovedor lo que una madre puede hacer por un hijo. En mi caso es mi abuela la que es capaz de dar su vida por mí. Yo no la haría pasar por esos momentos, si Dios me permite avisarle y seguir con vida, yo siempre seguiré en contacto con ella.
Hay otra historia que es de un cubano que cruza por montañas y montañas y se encuentra con una mujer y le ayuda, y allí es donde yo digo que hay muchas personas que son de buen corazón; yo me considero una persona de excelente corazón, me gusta ayudar, apoyar cuando se puede, no tengo corazón rencoroso, pero si me quieren hacer daño allí si no me dejo. Y esa historia me gustó bastante porque allí dice todo lo que pasaron, que cuando cayeron en Honduras una mujer también les ayudó. En sí, le digo, un 90 por ciento de los hondureños son solidarios. Incluso veo que aquí México ayuda a todos los inmigrantes.
Dennis, 24 años
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