Por Gustavo Trujillo
Durante esta larga y hasta ahora interminable pandemia, la educación ha sido impartida online, si tomamos en consideración el valor que le hemos otorgado a nuestra tradición académica avalada por documentos que certifican la formación presencial en las escuelas y universidades, debemos reflexionar si el conocimiento puede ser transmitido y adquirido en la modalidad online, esto es si se puede aprender visualmente y leyendo en silencio con la misma calidad e intensidad de la forma presencial.
En otros tiempos se leía en voz alta, se pronunciaban las palabras, muchas de las cosas se sabían de oídas, era ex auditu, el conocimiento se transmitía de viva voz, de la plática, se enseñaba y se aprendía de oídas; teoría y práctica convivían armoniosamente, se debatía con intensidad. Los genios no se instruían en las escuelas, se aprendía sobre el terreno, en los talleres, lugares donde se aprendía el cálculo, la perspectiva – es decir, la geometría – el arte de tallar las piedras y vaciar el bronce, el arte de dibujar un mapa y de fortificar una ciudad, el de construir bóvedas y abrir canales. No eran ignorantes esos aparentes iletrados, instruidos en esos famosos talleres.
Leonardo Da Vinci nació el 15 de abril de 1452, este joven apuesto, brillante y dotado de virtudes excepcionales, era músico, pintor, escultor, filósofo e ingeniero. Cuando tenía 15 años trabajó en Milán con el duque reinante en esa comarca, con él fue maestro de ceremonias, organizador de espectáculos y fiestas, ejercía de ingeniero e inspector, abría canales y construía fortificaciones y pozos; como artista hacia retratos y esculturas.
Más adelante, ya en Florencia pintó La Sagrada Familia, Leda, La Monalisa y La Batalla de Anghiari, consolidando su reputación del mejor pintor de la época.
Posteriormente sirvió a Cesar Borgia, después se fue a Roma y colaboró con los Medicis y con el Papa Leon X, por último en 1515 aceptó la invitación del Rey de Francia Francisco I, y pasó los últimos días de su vida en Cloux, donde murió apaciblemente el 2 de Mayo de 1519.
Leonardo Da Vince conocía mejor que nadie la escultura, la pintura y la arquitectura, también fue un excelente filósofo; fue un hombre que llenó innumerables hojas de papel con notas, ensayos filosóficos y científicos, cubiertas de dibujos geométricos, mecánicos, anatómicos, de proyectos de libros por escribir y máquinas por construir.
Fue un artista incomparable, ejemplo perfecto del creador, que se afirma en obras de una perfección y una belleza imperecedera, típico ejemplo del hombre universal.
A mediados del siglo XX el historiador y erudito francés Pierre Duhem escribió su libro sobre Leonardo Da Vinci y, sustituyó la imagen mítica de Leonardo por otra estrictamente histórica, describe que Leonardo no era un hombre de letras, era un humanista que carecía de cultura literaria, que no cursó nunca estudios universitarios, que no sabía griego ni latín (que es como si en nuestros días no hablara inglés) que no usaba el refinado italiano de la corte de los
Medicis, los Sforza o los de la Academia. Según el editor de sus escritos su lenguaje es el de un artesano Toscano, su gramática es incorrecta, su ortografía es fonética, esto quiere decir que aprendió todo por sí mismo, pero autodidacta no significa ignorante y uomo senza lettere no puede traducirse como persona iletrada, sobre todo en este caso. De la misma manera en la actualidad alguien que ostenta un título universitario de licenciatura, maestría o doctorado no lo convierte en una persona letrada, por el simple hecho de que un documento lo especifique, la obra es la que da esa categoría.
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