LOS CULEBRONES DE AGUA
EN LA LEYENDA TUXTLECA
*A la memoria del viejo Chalucas
Se sabe por tradición oral que dentro del imaginario colectivo de los hombres del campo se tenía la creencia de que el choque del aire frío de la cañada de San Fernando con el aire caliente de la cañada del río Sabinal formaban los culebrones de agua y viento que azotaban las casas y las siembras de Tuxtla Gutiérrez.
Que al inicio de algunas temporadas de lluvias se aparecía la “culebra de agua”, en las faldas del Huitepec, para destrozar lo que encontrara en su camino; y que el viejo Chalucas Consospó, después de pedir permiso al dueño del cerro (cuevas, arroyos y animales) —para poder matar a la culebra de agua—, las tasajeaba en cruz con su afilado machete para que no hicieran daño a la población.
De pronto sucede un hecho sobrenatural, extraordinario, fantástico: con la ayuda del padre Sol la sombra del viejo Chalucas fue creciendo, aumentando de tamaño, hasta convertirse en una gigantesca silueta humana que luchaba contra una gigantesca y poderosa masa informe de agua, viento y granizo. El brazo que empuñaba el machete del viejo Chalucas caía —en el lomo de la culebra de agua— con la fuerza de mil rayos. La culebra, al sentir los machetazos, se enfureció y atacó brutalmente a dentelladas; girando más recio, destruyó lo que había alrededor. ¡Qué insólito binomio de enemigos tan opuestos!
—¡Desgraciada culebrona de agua, salíte de aquí; ya no estés chingando a la pobre gente!
La batalla entre la gigantesca culebra de agua y viento —de 75 metros de grosor— que giraba a una velocidad de más 100 kilómetros por hora y el valiente hombre del campo que con machete en mano luchaba por su pueblo, se dice que fue terrible, feroz, bestial... El dueño del cerro no sólo le había concedido el permiso para combatir —en sus tierras— a la culebra de agua, sino que le había heredado el don de un poderoso guerrero para que defendiera sus tierras.
Minutos después de la sangrienta y desigual lucha, la culebra de agua —al verse derrotada y reconocer que había perdido en buena lid—, se desvanecía o se alejaba por los machetazos y las malas palabras del viejo Chalucas, descendiente de valerosos guerreros zoques.
Horas más tarde, cuando regresaba de la montaña, el viejo Chalucas —de aproximadamente 1.65 metros de estatura y 60 kilogramos de peso—, era reconocido y aclamado por el pueblo sanmarqueño como su gran espíritu protector de daños sobrenaturales.
Cuenta la leyenda que el dueño del cerro Huitepec era un famoso brujo, indio zoque principal del pueblo de San Marcos Tustla (Tuxtla Gutiérrez), cuyo nombre no se puede mencionar o escribir en vano sin correr el peligro de sufrir algún daño; por último, se dice que murió cuando unos cazadores mestizos, sin saberlo, mataron al jaguar que era su nagual. Ahora el Huitepec es propiedad de la Nación.
Con el paso de los años, el viejo Chalucas, personaje legendario de Tuxtla, del capul de San Jacinto, fue evangelizado por los frailes dominicos; su primitivo nombre fue sustituido por uno católico. La antigua denominación de Chalucas se desvaneció en la inmensa oscuridad del tiempo.
Desde entonces, por estas gestas heroicas y por otras realizadas en el cerro Mactumactzá, el nombre del viejo Chalucas forma parte de las leyendas tuxtlecas.
—¡Jojojóoo!, ¡Qué culebrón azotó ayer a la capital!
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