José Luis Castro Aguilar
El viejo Chalucas fue un personaje tuxtleco, campesino de origen zoque, que el pueblo le atribuía poderes extraordinarios, por eso ganaba todas las batallas: contra las injusticias, brujos, bandidos y culebras de agua. Fue un personaje ejemplar de la vida cotidiana del pueblo tuxtleco que con el tiempo se convirtió en un símbolo de la justicia.
Las historias ancestrales son hechos sociales de la vida cotidiana que han llegado a nosotros —a través de la tradición oral—, como rescoldos de la cultura zoque que perviven en el tuxtleco actual como parte de su identidad originaria con las que se identifica y se asume como zoque; y que fue necesario retocarlas, agregarles algunas acciones y características de sus personajes y de sus ambientes. Todas las leyendas zoques parten de hechos reales, antiguos, tanto de sus personajes como de sus ambientes. Las acciones extraordinarias y los poderes sobrenaturales de los personajes son atribuciones del imaginario colectivo fantástico zoque para dignificar y enaltecer sus hechos y sus personajes. Las presentes leyendas zoques son un elogio, un reconocimiento, un homenaje póstumo y una reivindicación simbólica de la memoria del viejo Chalucas”.
“Leyendas zoques de Tuxtla Gutiérrez” contiene cinco relatos —como una pequeña muestra de la riqueza del patrimonio común simbólico.
FUNDACIÓN DEL PUEBLO DE SAN MARCOS TUXTLA
La oscuridad había invadido completamente el pequeño valle de Tuchtlán. Una pertinaz lluvia irrumpió el ambiente, haciéndolo más tétrico. Fue entonces cuando el joven guerrero zoque Chalucas Consospó, con los cabellos alborotados por el viento, con los ojos hinchados y aún somnolientos, se levantó del pajar donde había estado durmiendo desde la tarde. Los perros empezaron a ladrar y, algunos otros, a chillar. Los gatos maullaban, confundiéndose con el lastimero llanto de los niños que, agarrados de las enaguas de sus madres, escuchaban aterrados los estruendos de los rayos que venían acompañados de una fuerte granizada. Chalucas, novio de la joven princesa zoque Malí Pechá, permanecía inmóvil, con la mirada fija hacia el arroyo Potinaspak que a momentos parecía desbordarse. Y es que las pequeñas aldeas del valle de Tuchtlán, habitadas por indios zoques, habían sido reducidas en este lugar por los belicosos aztecas para exprimirles el consabido tributo; obligación que tenían que cumplir desde 1486 en que fueron sometidos y conquistados. Al rey Chalucas I le correspondió detener el avance de las tribus de los chiapanecas en el valle de Tuchtlán y combatir a los conquistadores españoles en 1524 y 1528.
El príncipe Chalucas Consospó, hijo de Chalucas I, rey del valle de Tuchtlán, se pasó toda la noche en vela. ¡Y nada grave sucedió!
A la mañana siguiente, todo volvió a la normalidad. A diferencia de otros años, el arroyo no se desbordó. Los niños jugueteaban con los chuchos y con los conejos. Las mujeres se dirigían a la Pochota para lavar la ropa; mientras los ancianos y algunos jóvenes iban al cerro de Yuquís por leña. Otras veces iban al aguaje Pistimbak, pues allí había más leña y se podían bañar, cortar mango o nanche, cazar conejos o iguanas. En “Las Lajas” las aguas eran cristalinas y frescas, deliciosamente frescas. Chalucas y sus vasallos regresaban de la montaña con sendos tercios de leña, algunos conejos e iguanas, y con la mano derecha venían, por las veredas, cortando flores de candox, mismas que se las estrellaban en la frente para deleitarse con el sonido que emitían.
Todos los jóvenes traían botas de barro que, al pasar en algún arroyo, se las quitaban. Por el camino lucían los árboles de jocote, de nancerol, de cupapé, de guayaba, de nanche... Cuando sentían sed cortaban un bejuco y se tomaban el agua que escurría; y cuando tenían hambre asaban un conejo o un pescado, de los muchos que abundaban en los arroyos o en los aguajes.
El hermoso valle de Tuchtlán está regado por el Quisimbak (río de los Sabinos) y por los arroyos Cachotopak, Capetecjopak, Factaccosok, Jamaipak, Jotipak, Penipak, Pistimbak, Pojpón, Popombak, Potinaspak, Yucucupak, entre otros. Algunos nacen en el Huitepec y otros en el Mactumactzá, pero todos llegan al Quisimpak, para irse juntos al río Grande de Chiapa.
Chalucas, heredero de la dinastía Consospó y príncipe del Valle de Tuchtlán, aún seguía pensando lo que le hubiera pasado a la humilde aldea de sus tributarios con el desbordamiento del Potinaspak. El Potí, como lo llamaban los, siempre daba guerra; en cada época de lluvia regaba sus aguas en la falda del Huitepec.
–¡Ya sé! –dijo el príncipe Chalucas–, nos trasladaremos a los terrenos de Yuquís para que ya no peligremos en épocas de lluvias. Lo consultaré con mi padre y a ver que dice.
El resultado de las pláticas con el rey Chalucas I tuvo sus frutos. No solamente se fundaría el poblado de Yuquís, sino también los de Copoya, El Jobo y Tuchtlán.
–¡No, nosotros no nos moveremos de aquí! –dijo categóricamente Chano Cunjamá. –Aquí nacimos y aquí nos moriremos. ¡No podemos abandonar la Pochota sagrada!
–Bueno, los que quieran ir a Yuquís en el Huitepec que se paren allá; los que quieran ir a Copoya en el Mactumactzá que se coloquen aquí; los que vayan a ir a poblar El Jobo, de este otro lado; y los que quieran quedar poblando las riberas del río de los Sabinos vengan acá –dijo el príncipe Chalucas, que lucía elegantemente su macamandok.
El traslado de los nuevos pobladores coincidió con la llegada de los frailes dominicos que venían al mando del padre Antonio de Pamplona, mejor conocido como el padre Toñito. Los frailes españoles se encargaron del trazo de los nuevos pueblos. Los Cunjamá, los Consospó, los Chamé, los Chandoquí, los Jonapá, los Megchún y los Tondopó pidieron quedarse a fundar el pueblo de San Marcos Tuchtla.
En la margen derecha del río de los Sabinos (El Sabinal) e izquierda del arroyo del Zope (Jotipak) fue construida la ermita dedicada a San Marcos Evangelista Tuchtla, como la denominaron los frailes dominicos en 1560.
Por otra parte, los Chatú, los Cundapí, los Chandomí, los Jamangapé y los Pechá pidieron fundar Copoya; los Jamayoté, los Nangüelú, los Nopinjamá, los Popomeyá, los Toalá y los Zomá solicitaron fundar El Jobo; y los Anzá, los Camboccoc, los Natamendú, los Picú, los Ponjuqué, los Santomé y los Putznná pidieron fundar Yuquís.
Fue de esta manera como nacieron los pobladores de Yuquís, de Copoya, El Jobo y, desde luego, el pequeño pueblo de San Marcos Tuchtla, en la margen derecha del río de los Sabinos.
En la fundación de San Marcos Tuchtla hubo un gran mequé en que abundaron los somés de los Consospó, los Megchún y de los Cunjamá. ¡Había nacido un nuevo pueblo zoque en el Valle de Tuchtlán!
Con el fallecimiento del rey Chalucas I, el príncipe Chalucas Consospó fue nombrado Rey del antiguo Valle de Tuchtlán.
–¡Viva el rey Chalucas II!, –grita Chano Cunjamá.
–¡Vivaaa! ... –exclama al unísono el pueblo tuxtleco.
Finalmente, el rey Chalucas II y la hermosa princesa Malí Pechá contrajeron matrimonio y fueron felices, muy felices.
FUENTE: “Leyendas zoques de Tuxtla Gutiérrez” de José Luis Castro Aguilar, Editorial Herencia Mexicana.
Pintura: Francisco Vargas.
Comentarios
Publicar un comentario