Por un breve decreto del gobernador Emilio Rabasa con fecha 11 de agosto de 1892, se le dio el título de capital del Estado a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Aunque, Tuxtla ya había sido sede provisional de los poderes en 1834, entre 1858 y 1861 y entre 1864 y 1867, al calor de varios conflictos políticos, pero San Cristóbal no había perdido su rango oficial, menciona en entrevista Roberto Ramos Maza, geógrafo y promotor cultural.
"Precisamente el gobernador que le dio su apellido, Joaquín Miguel Gutiérrez, es quien por primera vez traslada los poderes, aunque provisionalmente, a Tuxtla en 1834. Cabe mencionar que Emilio Rabasa no era originario de Tuxtla, sino de Ocozocoautla", destaca el entrevistado.
No obstante, añade que, los investigadores apuntan que las razones de Rabasa tienen que ver con el fortalecimiento de su régimen por encima de los intereses regionales de los Altos, el alejamiento de la muy fuerte influencia eclesiástica en la sede del obispado y la situación más favorable de Tuxtla, en la margen izquierda del río Grijalva, en el camino al istmo y al centro del país.
"Por aquellos años migrantes istmeños ya tenían importante presencia en Tuxtla y la leyenda quiere que por su petición, Juana Catalina Romero de Tehuantepec, una persona muy cercana a Porfirio Díaz, interviniera para que el presidente diera visto bueno a la medida", refiere.
Asimismo, cuenta que en ese periodo, Tuxtla ya había fungido como cabecera de alcaldía desde el siglo XVIII, puesto que, era una población modesta que no contaba con los edificios adecuados para la función capitalina, aunque sí tenía el único teatro del estado y una población zoque y ladina que había venido creciendo desde el siglo anterior en número y poder económico gracias a la producción agrícola y ganadera de los valles centrales.
Por tanto, indica que es necesario recordar que en esos momentos todas las poblaciones chiapanecas eran modestas en cuanto número de habitantes e infraestructura, pero aun así, Tuxtla ya era de las poblaciones principales, no una aldea, como a veces se ha sugerido.
Al cuestionarle a Ramos Maza, qué representa que Tuxtla Gutiérrez celebre su 128 aniversario como capital del Estado, menciona que, es el recordatorio de una historia sobre la que se asienta el presente de la ciudad: "Muchas cosas positivas y negativas que hoy la caracterizan indudablemente están ligadas al hecho de haberse convertido en la sede de los poderes del estado. Las efemérides son además una buena ocasión para reflexionar sobre la construcción colectiva que es la ciudad: ¿qué hemos hecho bien? ¿qué hemos mal? ¿cómo debemos plantearnos el futuro?".
Sin embargo, sobre el papel que juega una capital de una entidad federativa, dice que, en un país tan centralista como México, cada entidad federativa repite esa característica, "así que, si bien por un lado, el centralismo de las instituciones estatales le crean a Tuxtla innumerables problemas, también le otorgan ventajas que otras ciudades del estado no poseen. No puedo dejar de mencionar, que en cuanto al rango que hoy tiene, la historia de Tuxtla, es, aunque cueste creerlo, una historia de éxito. Los dominicos que establecieron San Marcos Tuxtla en el siglo XVI y los zoques que la habitaban incluso desde antes, no hubieran imaginado que llegaría a convertirse no solamente en un centro político y administrativo de primera importancia, y mucho menos que iba a llegar a ser la mayor y más importante ciudad de un territorio".
De tal forma, ese ascenso comienza en el siglo XVIII, cuando se convierte en cabecera de alcaldía mayor, sigue en 1892, cuando se vuelve capital del estado, y se consolida a partir de 1970, cuando por primera vez aparece en el censo, como la ciudad chiapaneca más poblada.
Sobre la ciudad, sus personajes, reconstrucción social, arquitectura, aclara que Tuxtla es un paisaje urbano construido por todos sus habitantes en diferentes épocas.
"Ese paisaje funciona como un texto que cuenta historias individuales y colectivas. Muchas personas sobresalen por sus actos, profesiones o contribuciones particulares pero también, de manera colectiva se ha erigido un patrimonio tangible e intangible de formas, colores, sabores, sonidos, rituales que hacen lo tuxtleco. Parte de ello, y algo que me gusta mucho, es la persistencia en el paisaje de la arquitectura tradicional, que aunque poco apreciada y siempre en peligro de desaparecer, le otorga una personalidad que muchos viajeros alcanzan a percibir cuando se les señala", subraya.
El entrevistado manifiesta que, hace falta, por conveniencia propia, sentirse de la ciudad en la que se habita:
"De esa manera hay una relación más sólida y, a veces práctica, con el entorno, un entorno que incluso puede volverse más amable con el conocimiento y la identificación. No sabría si exactamente hemos 'perdido' identidad, pues ésta siempre está en constante cambio, pero sí creo que hace falta un acercamiento a lo que es el paisaje tangible e intangible, al patrimonio común, para poder hacer una ciudad más habitable, más digna y con mejores perspectivas de futuro. Debe desarrollarse y ser moderna, pero esto no significa que arrase con el patrimonio y la memoria. Muchas capitales lo han conseguido, no tendría por qué Tuxtla no hacerlo. Sobre todo creo que debiera conservar su esencia, su personalidad, ser ella misma y no tratar infructuosamente de parecerse a otras ciudades. Las ciudades que conservan su identidad son más exitosas en varios sentidos".
UN TUXTLA QUE TUVIERA MÁS ÁRBOLES...
Por tanto, comparte que le gustaría que Tuxtla fuera una capital de estado, además de contar con la infraestructura y los servicios necesarios, debe ser un digno resumen del estado que encabeza.
"A mí me gustaría una Tuxtla que, entre otras cosas, tuviera mayor sustentabilidad, que regenerara su red hidrológica, que tuviera más árboles, que respetara su patrimonio y su memoria. En este último renglón, me gustaría que tuviera un museo moderno e incluyente que mostrara su historia, sus personajes, sus tradiciones; aunque creo que un proyecto como éste no está a la vista", comparte.
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