Por Francisco Villalobos
La memoria, siempre la memoria, en el humo, en el color y en el óleo
de las creaciones de un artista plástico que experimenta y combina técnica,
sensibilidad y pasión, a través de la intervención fenoménica de los lienzos en
los que encendedores, tiras de ocote, peinetas y tenedores, suavizan y opacan
la vivacidad de los colores del óleo; nos narran la realidad, muchas veces,
violenta, de un ser consciente en mostrar rostros, flores, calaveras, masacre,
luto y cansancio, como metáforas de un presente que nos aqueja a todos.
Se refleja en cada pieza al artista, al hombre y su molestia hacia una humanidad cada vez menos humana. Es retrospectiva de una poética del lamento, del hartazgo y de la necesidad del desahogo.
Así también, nos invita, en cada uno de sus dibujos, pinturas e
instalaciones, a ser como la lluvia que lava los rostros, a ser flor de
fragante aroma; totalidad del influjo femenino; de la vida, a ser vela
encendida, memoria y compañía, para darnos abrigo, para solventar la tensión, la
nostalgia y los sollozos de vivir en aceptación cercana al duelo. Regalado nos
da la oportunidad de experimentar, a través de su obra, la delgada línea que
atraviesa la vida y la muerte, reflejada en sus lienzos que nunca salen ilesos.
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