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Una tarde Gohé


Las tardes pueden ser soleadas, lluviosas, grisáceas, amarillentas o rojizas. Dependerá de la temporada del año y de la hora cuando se toca la puerta de un actor y se ingresa a una escena confesional. A la casa en donde reposan todos los personajes que un actor ha interpretado y se quedan quietos, satisfechos de haber sido habitados. 


Sin embargo, he conocido un tono en particular de la tarde, se llama Gohè. Su luz es tan sútil que puede dibujarse sobre diversos objetos, como en las paredes o en mis ojos que lo ven suelto de historias. Se llama Gohé, resultado de la unión de dos apellidos: Gómez y Hernández, pero que han evolucionado a la vez de quien camina con él: Saúl. 


La tarde avanza, pero la luz Gohé continúa presente. Un viento serpentino se percibe, mientras el sol cae y el telón se levanta.   Saúl Gohé, es de los actores más constantes que existe en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Su llegada al teatro se dio por una primera, segunda y tercera llamada… hasta estar en una Puerta Abierta, espacio en donde no sólo ha encontrado al teatro sino a una familia. 

Esto lo narra con picardía, con nostalgia y con gusto de ser un recuerdo que lo nutre, que le ha demostrado que la mayor satisfacción que ha tenido es vivir para el teatro. Él está sentado en una banca alta de madera, el cual, se convierte en su propio proscenio que va habitando hasta trasladarse en aquellos años cuando la actuación se convirtió en su casa. 

 
La primera llamada fue cuando ingresó a laborar en Fundación Mesoamericana A.C., en el año 2000. Fue ahí en donde el joven estudiante de la Licenciatura en Administración de Empresas de la Universidad Autónoma de Chiapas, conoció de primera mano talleres artísticos y creadores con trayectoria como al dramaturgo Héctor Cortés Mandujano. El sitio le fue mostrando otras posibilidades de ver la vida, a través de colores, de palabras y de personajes.  


El segundo llamado ocurrió cuando cursó en el año 2004, un taller de teatro con el director escénico Jorge Zárate. Y el tercero, cuando junto con Zárate crearon el 25 de agosto del 2008 el foro autogestivo La Puerta Abierta, un foro en donde a la fecha se promueve y se crea teatro. 


LA MEMORIA 

Saúl es un hábil actor que ha aprendido a hablar con el cuerpo, un actor que ha hecho de la memoria su vital herramienta. La cualidad de memorizar es el resultado del sistema educativo que dominó cuando era estudiante. Por ello, destacaba memorizando el contenido de estudios, aspecto que ahora le permite poder recordar diálogos. Aunque no sólo es lo que dice el texto sino también el tiempo en el que se dice, ni un minuto más ni un minuto menos.  


Al director escénico, le gustan los procesos escénicos, no le preocupan los resultados, ya que, es sabedor de que tarde o temprano llegarán. Repite: “me gustan los procesos escénicos”, los cuales incluyen aprender el texto de memoria, lo que propone el actor, el sonido, la música, el vestuario, la voz, la escenografía, romper con la cuarta pared. Sugerencias que pueden funcionar de acuerdo al ojo visor del director. 


El actor busca en el teatro comunicar, adoptar las palabras donde se habla de lo mismo y se padece de lo mismo; por ello, como en otras expresiones artísticas, se busca enganchar con el público, identificarse y hablar el mismo lenguaje. 





—De pronto el texto retoma sobre temas que están en boga. El lenguaje me gusta, me identifico porque a veces no tenemos palabras para expresarlo, como de violencia o situaciones políticas... para decir aquí estoy, aquí tengo voz, en el teatro. Es plantearte en el escenario y ser el portavoz de las voces que callan. 


—¿Habitas el teatro o el teatro te habita? 

—Lo habito, a veces es recíproco, aunque uno habita más en él. Si dejo de hacer teatro nadie se preocupa, nadie te va a decir ¿qué pasa? El teatro es un refugio, si no hago eso no sé qué pueda hacer de mi vida.  El teatro es un hogar al que uno siempre vuelve. 

Es una disciplina que hay que hacerlo con esfuerzo y cariño, porque se tiene convicción. Es parte de mi vida, es un trabajo. Es una disciplina que implica esfuerzo y dedicación, busca un resultado empático corporal con la necesidad de compartir. 

La pasión es una forma idealista, por ello, yo no digo que el teatro es pasión, más bien, una disciplina, si no lo concibes en disciplina quedan en ejercicios de amateur. El teatro es muy celoso, te exige como una pareja, te pide esfuerzos y resultados.  


— ¿Qué personaje sería y quién es Saúl Gohé? 

 Me gustaría crear personajes de comedia, que diga sátiras, que sea sarcástico.  De pronto, uno actúa a partir de roles definidos. En la vida juego un papel de maestro, de amigo, en cada rol tengo otra actitud. Desde que uno se levanta se la pasa actuando. Soy un mentiroso en todo mi expendedor, de la misma manera que el teatro también es una mentira bien contada, como lo es la literatura. Soy como alguien que tiene muchas máscaras que a estas alturas se pregunta qué quiere. Soy una persona que se comporta de diferentes maneras, una persona con mucha fe, muy cercano a Dios. Solitario porque así lo deseo y porque así se han dado las cosas. 


Él nacido en Rivera las Flechas, Chiapa de Corzo, estudió una segunda licenciatura: Gestión y Promoción a las Artes de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Actualmente, da clases en la Escuela Normal de Educadoras. Alguna vez sintió el llamado poético, por eso, se puede leer sus textos poéticos en una antología poética. Sin embargo, el ritmo y la composición de metáforas lo encontró también en el teatro, en donde su cuerpo habla y comparte silencios.  


Son casi 17 años que Saùl Gohè le ha dado su vida al teatro. Es su todo, lo que ha hecho y seguirá haciendo, puesto que, con una fresca sonrisa confiesa que él quiere envejecer actuando. Ha hecho más de 15 personajes, aproximadamente. 


La primera obra que vio fue Telemilio de la dramaturga Damaris Disner. La primera obra en la que participó fue Soliloquio de genocidio dirigido por José Sánchez. Ha participado en otras obras como El deleitoso y otras vergüenzas de Lope Vega, en la Biblia y el exorcismo de Bertolt Brecht, Pimpam, clown! la guerra de los payasos. 


—No me preocupa el tiempo que llevo habitando el teatro, me interesa la experiencia. Uno nunca termina de aprender, aunque ya se tenga callo. Yo no sé qué va a pasar después de la pandemia. No creo que la gente tenga la necesidad de ir al teatro. Creo que pasará un año más para que podamos ver llenas las butacas o hasta que la situación lo permita.  


Cae el telón. Veo las diversas plantas que tiene en su patio, en donde abierto a los cuatro puntos cardinales hacen del lugar un momento agradable. Lo veo a él, con su piel morena, con su cabello lacio, con esa sonrisa que delata que, pese a todo, el teatro lo ha tomado de la mano, lo ha refugiado y le ha dado otras vidas que, al igual que las plantas, le permiten seguir creciendo, ampliando su aliento. 

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