Cerca del Río Blanco del antiguo San Bartolomé de los Llanos, hoy Venustiano Carranza, crecen las flores de Ch'ul Tusus a cielo abierto. Atrapan con su olor amielado a las abejas; el perfume que engalana el altar dedicado a los fieles difuntos. Los insectos himenópteros sobrevuelan en el sembradío que tiene miles de flores de una altura de un metro y 10 centímetros aproximadamente. El sonido del viento y el constante aleteo de los buscadores de miel dejan escuchar el canto de la naturaleza...
El Ch'ul Tusus se acompaña del sol y el color del cielo profundo que se aprecia en la parcela comunitaria, ubicada a unos 30 minutos del pueblo. El color amarillento y anaranjado, de la flor macho y hembra, acrecienta cuando la luz de las primeras horas del día las baña. Ch'ul Tusus, como la conocen en Venustiano Carranza a la cempasúchil -también nombrada como la flor de los muertos en toda la República Mexicana - es una de las flores más representativas de México; aquella que permite el encuentro de los vivos y los muertos.
A esta parcela llega Marcos de Jesús Ramírez Vázquez, un joven de 19 años de edad, amoroso del campo. Estudia el segundo semestre de una ingeniería. Proveniente de familia de campesinos, desde hace dos años se ha dispuesto a cosechar flores: girasoles, carolinas y Ch'ul Tusus. Su jornada inicia a las cinco de la mañana y dura hasta que la última luz del día le permite andar entre las cosechas de caña, sorbo y milpas.
Sin embargo, el 25 de Julio emprendió con la cosecha de flor de Ch'ul Tusus. Es el segundo año que siembra esta flor icónica. Está alegre. Orgulloso de hacer nacer a las flores, de cuidarlas de las arrieras que no dudan ni un segundo en pellizcarlas. Por eso cura su siembra, para que no existan contratiempos y estos insectos no las destruyan. Se encomienda en Jesús de Nazareno y en la Virgen de Guadalupe. Es un hombre de fe. Intuitivo, contemplador y analìtico de los pros y contras que podría ocurrir con una cosecha.
En pròximos días iniciará a cortarlas, cuando la flor comience a reventar completamente. Cada manojo, dice, estará acompañada de carolinas, las cuales también sembró y tiene de varios colores: amarilla, rosa, rojo vino y rojo intenso.
Su abuelita le enseñò que, a los altares hay que ponerles este tipo de flores porque le dan vista. Alegran a los familiares que ya no están en esta dimensión y regresan ese día para convivir. Para él, el Día de los Muertos es la oportunidad de estar con los seres queridos que se han ido.
“Lo relaciono mucho con la flor. Hay personas que estuvieron con nosotros y fueron alegres. Se sienten identificados con la flor, con los días que les dan para estar con nosotros. Es sentir la presencia de nosotros”, comparte.
Marcos toca con delicadeza las flores de Ch'ul Tusus. Sonríe. Se deja bañar de luz, de este viento que anuncia la llegada de los fieles difuntos.
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