Por ✍️Gustavo Trujillo Si tuviéramos que definir un western diríamos que es una cabalgata en una planicie ilimitada, donde un hombre común, sobre el galope de un caballo, va envuelto en una nube de polvo y se encarama en el estribo de un tren; también podría ser que en el sudario lunar de un desierto, un oscuro jinete, convertido en un perfil donde hombre y caballo se funden en una entidad zoológica, el jinete cabalga parsimoniosamente inclinado hacia adelante por el peso de una tarea que está herida por la melancolía; llega a una cantina donde un hombre lo espera, se observan mutuamente con insolencia y recelo, cargan la pantalla con electricidad contenida, se presiente que cualquiera puede morir en un instante después a manos del otro. El western genera fieles y enemigos, fascina o repele, hay relaciones religiosas y profanas, durante mucho tiempo la mujer no tenia cabida más que como el estereotipo del a mujer atrincherada contra la avidez masculina, fue un género misógino sin ningú