Un grupo de casi 20 personas viaja en la madrugada desde Zinacantán a Tuxtla Gutiérrez, cada 17 de mayo. El trayecto lo realizan con el propósito de entregarle a San Pascualito y a San Pascual Baylón un abanico de colores que crece en esta tierra de presencia, en su mayoría, tsotsil.
A las cuatro de la mañana
aproximadamente arriban a la ciudad capital. Lejos ha quedado el olor de la
naturaleza, el canto de las montañas y el paso del agua. Acá, el caminar de los
y las trabajadoras, los sonidos de los motores de los carros y de las motocicletas
despiertan a la ciudad.
Con su vestimenta tradicional
asisten al templo fundado por familias de origen indígena zoque. Asimismo,
cargan un arpa tradicional, instrumento con el que veneraran al santo; el cual,
ocupa un lugar en especial en la iglesia de la Virgen del Refugio en la zona
Altos.
Desde hace 20 años, una comisión
de autoridades ejidales se turna para estar presente en la festividad de la iglesia
católica ortodoxa, la cual, tiene más de un siglo de antigüedad, Además, representa
a la comunidad de alrededor de 30 mil habitantes, en donde sólo un pequeño
porcentaje es mestiza.
Mariano Gómez, es uno de
los visitantes. Ha viajado por la madrugada una distancia aproximada de 66 kilómetros.
Está en el atrio de la iglesia ubicada en la 6ª Poniente y 4ª Sur. Es fácil identificar
a su grupo, ya que, este año, debido a la pandemia del Covid-19, hubo una menor
participación de los feligreses en comparación a años anteriores. Pese a eso, las luces de las velas y las
flores cubriendo todo el altar religioso daba muestra de cuánta fe le tienen a
este santo, considerado el patrono de las y los cocineros. Aunque también, lo
vinculan con la leyenda de San Pascualito, el encargado de ir a traer las almas
que agonizan, y por ende, desplazarlas en la carreta construida de madera.
Quien escuche lejos el rechinar de este vehículo, escuchará su muerte; quien
escuche cerca, sabrá que al día siguiente se enterará que alguien cercano a su
casa falleció.
Mariano, fue el elegido
para hablar, debido al total de señalamientos que le hicieron sus compañeros, “èl,
èl puede darte la entrevista”, decían entre risas y un poco apenados.
Mariano se coloca cerca
del Carretón de San Pascualito, vehículo en el cual, después de la misa
especial en su día del santo trasladan “los restos de San Pascualito”, para así
emprender el tradicional recorrido, en donde la gente creyente participa. Otros sólo caminan, rezan en silencio, cargan imágenes o
bultos de San Pascual Baylón. La ruta abarca parte del lado Sur-Oriente y Sur-Poniente.
Asimismo, pasan cerca del Panteón Municipal de Tuxtla Gutiérrez, para luego
retornar a este recinto religioso.
Atrás de Mariano están
los joyonaqués o flores costuradas. Ofrendas que hizo la comunidad zoque de
Tuxtla. También, por la temporada, cadenas de ensarta de flor de mayo adornan
el carretón. Mariano, quien se dedica al campo, destaca que no aspiran a un milagro.
Cree en los santos, en Dios, en los apóstoles. “Este tipo de muestras hay que
hacerlas con fe”, indica, “tienes que hacerlo de corazón”.
Las flores son las
ofrendas más importantes que le entregan al santo, pero también la producción
más significativa que crece en Zinacantán, flores cultivadas.
Por ello, añade que, “cuando
no hay lluvia, no hay vida, no hay cultivo o trabajo. La lluvia es bendición”.
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